A propósito del debate suscitado en las redes sociales la semana pasada sobre la reciente decisión del Consejo de Estado y las medidas cautelares adoptadas sobre el uso del fracking en Colombia, mi esposa me preguntó qué pensaba sobre la controvertida técnica. Sin titubear un segundo le respondí que, en países como Canadá, miembro del G7 y ampliamente reconocido no solo por su compromiso con los asuntos ambientales, sino también en asuntos de derechos humanos, se emplea dicha técnica desde hace varias décadas, la cual se estima que se ejecuta hoy en el 80% de los nuevos pozos perforados.
Quizás mi respuesta no atendía su pregunta, pero al haber vivido en Canadá por algunos años, fuimos testigos directos de como un correcto análisis de riesgos socio ambiental, y mediante una estrategia de comunicación efectiva, es posible extraer crudo con enfoque en la triple cuenta de resultados: social, ambiental y económico.
Por supuesto, sería muy deseable que nuestra connotación sociocultural y linea de base fuera tan siquiera parecida a la del país del norte; sin embargo, es precisamente dicha diferencia la que ha permitido que un tema de carácter científico tenga eco hasta en la farándula. Es vergonzoso ver como el uso del lenguaje ha dado pie para que cualquier persona de cualquier profesión, – sin demeritar ninguna-, se sienta con derecho a opinar sobre un tema de este calibre.
Los que me conocen, sabrán que no soy científico, pero podrán deducir que soy de las personas que piensa que cualquier decisión debe ser producto del análisis, que, en este caso, es netamente científico. Y acá no se trata de recalcar sobre la obligatoriedad del gobierno de contemplar un principio de precaución, ni de la imperante necesidad del país de buscar nuevas formas de garantizar su sostenibilidad energética, ni tampoco se trata de tener que igualarse a ningún país; se trata de una invitación para no caer en el juego del lenguaje populista, que lo único que busca es encontrar una carnada para alimentar diferentes intereses y desviar la atención de las masas.
Es apenas lógico que un debate influenciado y que utiliza un lenguaje sesgado, permita tener la reacción en la opinión pública que hoy contemplamos. De acuerdo con Statistics Canada, la industria del petróleo y gas en Canadá para el 2018, generó más de 269.000 empleos directos, contribuyó al 11% del PIB y le generó al gobierno ingresos por 14.100 millones de dólares, unos cuantos millones más que la IED en Colombia durante el mismo periodo.
Por supuesto las cifras no se podrían comparar con el tamaño de economía y de producción de crudo de Colombia, pero si vale la pena la comparación para contribuir al debate de cómo, producto de un análisis transversal de riesgos de esta controvertida técnica, se puede tomar una decisión basada en la ciencia y no en el uso del lenguaje y la desinformación que impacte positiva y significativamente una sociedad.
Es importante resaltar que el Consejo de Estado, en uso de sus facultades, ha tomado la decisión de adoptar unas medidas cautelares mas no una prohibición absoluta, para lo cual esperamos que los expertos lleguen a una conclusión basada en un análisis concienzudo, pero sobre todo informado y argumentado en la ciencia, y que contemple el grado de control que el Estado colombiano esté dispuesto a asumir.